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Intrusos, una novela coreana con la que te identificarás

"En esta vida (nos cuenta el protagonista) hay que aprovechar lo que se pueda y yo vendo mi mano de obra, no mis emociones. A no ser que me supliquen y me pague el precio adecuado según las leyes del capitalismo. Entonces sí las vendería. No obstante, el trabajo emocional no se remunera. Eso se llama explotación, y sufrir a sabiendas se llama ser un idiota. Y, aunque puedo vivir en la pobreza, me niego a vivir como un necio."


Una persona de mediana edad llega a la terminal de micros de Seúl. No tiene dinero, pero si un pasado y un nombre del cual viene huyendo. Se fuma un cigarrillo mientras mira clasificados en un banco de la terminal. Observa uno de los títulos y un número de teléfono, llama y comienza a trabajar de repartidor de paquetes con un camión.


No habla y, cuando lo hace responde con cinismo, sarcasmos o de manera tan directa que sus interlocutores no saben si bromea o habla en serio. No quiere a nadie cerca. Lo llaman por el nombre del barrio donde hace los repartos. Nos encontramos con un protagonista de pasado oscuro, del cual mucho no se nos dice pero que refleja su vida en las amplias lecturas que realiza.


Hay un diálogo permanente con la literatura de diversas regiones que, además, se cita en forma textual y en la cual el protagonista ve reflejada su propia historia. Son como intrusos que nos generan lazos, que nos permiten empatizar con el dolor y/o las ideas que allí se transmiten.


Sin embargo, poco a poco interactúa con personajes extraños de la calle, algunos con pasados tenebrosos y familias despiadadas; otros, solo perdedores del sistema. ¿Quién es el intruso? ¿Aquellos que pretenden conocerlo o él que se ha metido en un territorio del que no formaba parte?


Una novela de Jung Hyug Yong deslumbrante. Con grandes y entrañables personajes, un gran sentido del humor para diversas situaciones con las cuales uno bien podría identificarse; en un contexto muy actual donde vemos cómo el sistema capitalista degrada la capacidad de vida a partir de trabajos cada vez menos calificados, donde no necesariamente es el mérito el factor resultante del desarrollo en la vida. Es imposible no ver que, aún cuando suceda en Seúl, las formas están universalizadas y, por lo tanto, no podemos sentirnos intrusos de un orden que se nos impone.

El final es para lectores atentos y bien informados porque lo que allí se revela puede pasar desapercibido si uno toma las palabras a la ligera.


Esperamos que puedan disfrutarla tanto como lo hemos hecho nosotros.


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