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“Llevo adelante una investigación sobre la manera en que los muertos entran en la vida de los vivos, entre nosotros, hoy en día, y cómo los hacen actuar”. Así presentaba Vinciane Despret, filósofa contemporánea, el trabajo que culminará en este libro.
En cuanto hacemos un mínimo lugar para corrernos de la cultura oficial que nos exige reconocer públicamente que luego de la muerte no hay nada y que nos impone el mandato social de “hacer el duelo”, las experiencias y los relatos se multiplican. La que se pone los zapatos de su abuela, el que le escribe a su hijo fallecido, el que llevó las cenizas a la punta de una montaña, la antropología forense, los difuntos que aparecen en los sueños o hacen signos, los funerales, las tradiciones populares, las sesiones de espiritismo, las series de televisión norteamericanas… Los muertos están entre nosotros, y están activos: influyen, transmiten, unen, movilizan, se transforman y nos transforman.
La cuestión, entonces, no es si los muertos existen o no, sino cuál es su modo de existencia. Resistiéndose a la tentación explicativa de las ciencias sociales y la psicología, y siguiendo los relatos de “quienes quedan”, Despret se pregunta en qué condiciones se prolonga la existencia de los muertos, qué los sostiene y qué los pone en riesgo, y principalmente de qué son capaces y de qué nos vuelven capaces.
Cuando los pulpos tienen algo que decirnos, escriben a Vinciane Despret. Aunque la filósofa belga fabule, lo hace para iniciar una auténtica revolución en nuestra relación con los seres vivos. Dando rienda suelta a una imaginación desbordante, Vinciane Despret nos sumerge en el corazón de sorprendentes debates científicos que sitúa en un futuro indeterminado. Entremezclando los caminos de la ciencia y de la ficción, la autora concibe un enigma fascinante: ¿y si, efectivamente, las arañas nos estuvieran interpelando para que detuviéramos el alboroto de nuestras máquinas? ¿Y si las construcciones de los wómbats revelaran una cosmología hospitalaria que nos ofrece una formidable lección de convivencia? ¿Y si los pulpos, adeptos a la metempsicosis, se desesperaran por no poder reencarnarse a causa de la sobrepesca y la contaminación de los océanos? Con este razonamiento sorprendente, Vinciane Despret practica una saludable descentralización que abre la puerta a otras maneras de ser humano en la Tierra... El relato que da título a este libro tiene su origen en un taller de escritura que compartió con la filósofa estadounidense Donna Haraway. De allí salió la idea de las Camille de Haraway y, posteriormente, los Ulysses de Despret. Filósofas empeñadas en defender, por todos los medios creativos a su alcance, la posibilidad de una convivencia más-que-humana.
El lobo vivirá con el cordero, la pantera dormirá con el cabrito… y un niño los llevará de la mano. En 1851, un naturalista inglés creacionista, Thompson, publicaba un voluminoso libro que, narrando asombrosas historias de animales como lo haría la etología 100 años más tarde, convertía la profecía bíblica de Isaías (XI:6) en el “proyecto político de composición de un mundo donde reine la paz entre humanos y no humanos”.
Esas historias fueron silenciadas en el ámbito de las ciencias por “preguntas incorrectas”, como las que les dirigen Freud y Darwin a sus monos machos, celosos y agresivos, por las prácticas de los laboratorios conductistas que entienden objetividad y universalidad como desapego y producción de pasividad, o por las teorías de la competencia utilitaria de los “genes egoístas” en la sociobiología.
Heredando el proyecto de Thompson y las sospechas del naturalista anarquista Kropotkin, aliada a unos cuervos “criminales” amigos de los lobos y un científico que deviene cuervo, a unos loros que hablan “de verdad”, a algunos activistas, y sobre todo a las primatólogas que devienen mujeres científicas con sus monas a partir de la dećada del ‘60, Despret recupera historias de transformaciones mutuas que nos hacen y hacen a los animales más interesantes y más ricos, historias de intercambios de propiedades, de activación de competencias y movilización de voluntades, de cambios de hábitos y de prácticas.
En el marco de una cohabitación cada vez más difícil entre los seres vivos del planeta, y contra un conservacionismo tan falso como imposible, Despret apuesta a transformar a los animales y a que nos transformen, a una ampliación de nuestras colectividades, “para crear un buen mundo común: ese en el cual el lobo vivirá con el cordero, ese en el cual se hallará, entre las crías de los hombres, alguna que los lleve de la mano”.
Sin lugar a dudas, un estudio sobre los territorios no puede ser inocente. Los territorios están asociados a la propiedad privada y la constitución de los Estados, a la defensa y la agresión (masculina) en las fronteras, la regulación de la población y el control de los recursos (incluidas las hembras). Sin embargo, para la filósofa de la ciencia Vinciane Despret (1959), no se trata de convertir a las aves en modelos de moralidad o justicia para los humanos, ni de denunciar que la ciencia proyecta sus prejuicios ideológicos. Se trata de rastrear los intersticios que abrieron, en esos hábitos de pensamiento empobrecidos, los ornitólogos y las ornitólogas que supieron cultivar otros modos de atención, aliados y aliadas a la exuberancia, la riqueza, y la variabilidad que despliegan los pájaros, incluso entre grupos de la misma especie, incluso entre los individuos de los mismos grupos. Para abrir la imaginación a otras territorialidades y territorializaciones, para que emerjan territorios sonoros y concertados, que son materia de expresión y efecto artístico, que tienen fronteras para que “pasen cosas”, dispositivos de entusiasmo, activadores de potencias, que son modos de organizar las vecindades.
Dice Despret: “Hay, sin ninguna duda, gran cantidad de modos de ser del habitar, que multiplican los mundos. Estoy convencida, junto con Haraway y muchos otros, que multiplicar los mundos puede volver más habitable el nuestro. Crear mundos más habitables sería entonces buscar cómo honrar las maneras de habitar, inventariar lo que los territorios implican y crean como maneras de ser, como maneras de hacer. Esto es lo que pido a los investigadores”.
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“Llevo adelante una investigación sobre la manera en que los muertos entran en la vida de los vivos, entre nosotros, hoy en día, y cómo los hacen actuar”. Así presentaba Vinciane Despret, filósofa contemporánea, el trabajo que culminará en este libro.
En cuanto hacemos un mínimo lugar para corrernos de la cultura oficial que nos exige reconocer públicamente que luego de la muerte no hay nada y que nos impone el mandato social de “hacer el duelo”, las experiencias y los relatos se multiplican. La que se pone los zapatos de su abuela, el que le escribe a su hijo fallecido, el que llevó las cenizas a la punta de una montaña, la antropología forense, los difuntos que aparecen en los sueños o hacen signos, los funerales, las tradiciones populares, las sesiones de espiritismo, las series de televisión norteamericanas… Los muertos están entre nosotros, y están activos: influyen, transmiten, unen, movilizan, se transforman y nos transforman.
La cuestión, entonces, no es si los muertos existen o no, sino cuál es su modo de existencia. Resistiéndose a la tentación explicativa de las ciencias sociales y la psicología, y siguiendo los relatos de “quienes quedan”, Despret se pregunta en qué condiciones se prolonga la existencia de los muertos, qué los sostiene y qué los pone en riesgo, y principalmente de qué son capaces y de qué nos vuelven capaces.
Cuando los pulpos tienen algo que decirnos, escriben a Vinciane Despret. Aunque la filósofa belga fabule, lo hace para iniciar una auténtica revolución en nuestra relación con los seres vivos. Dando rienda suelta a una imaginación desbordante, Vinciane Despret nos sumerge en el corazón de sorprendentes debates científicos que sitúa en un futuro indeterminado. Entremezclando los caminos de la ciencia y de la ficción, la autora concibe un enigma fascinante: ¿y si, efectivamente, las arañas nos estuvieran interpelando para que detuviéramos el alboroto de nuestras máquinas? ¿Y si las construcciones de los wómbats revelaran una cosmología hospitalaria que nos ofrece una formidable lección de convivencia? ¿Y si los pulpos, adeptos a la metempsicosis, se desesperaran por no poder reencarnarse a causa de la sobrepesca y la contaminación de los océanos? Con este razonamiento sorprendente, Vinciane Despret practica una saludable descentralización que abre la puerta a otras maneras de ser humano en la Tierra... El relato que da título a este libro tiene su origen en un taller de escritura que compartió con la filósofa estadounidense Donna Haraway. De allí salió la idea de las Camille de Haraway y, posteriormente, los Ulysses de Despret. Filósofas empeñadas en defender, por todos los medios creativos a su alcance, la posibilidad de una convivencia más-que-humana.
El lobo vivirá con el cordero, la pantera dormirá con el cabrito… y un niño los llevará de la mano. En 1851, un naturalista inglés creacionista, Thompson, publicaba un voluminoso libro que, narrando asombrosas historias de animales como lo haría la etología 100 años más tarde, convertía la profecía bíblica de Isaías (XI:6) en el “proyecto político de composición de un mundo donde reine la paz entre humanos y no humanos”.
Esas historias fueron silenciadas en el ámbito de las ciencias por “preguntas incorrectas”, como las que les dirigen Freud y Darwin a sus monos machos, celosos y agresivos, por las prácticas de los laboratorios conductistas que entienden objetividad y universalidad como desapego y producción de pasividad, o por las teorías de la competencia utilitaria de los “genes egoístas” en la sociobiología.
Heredando el proyecto de Thompson y las sospechas del naturalista anarquista Kropotkin, aliada a unos cuervos “criminales” amigos de los lobos y un científico que deviene cuervo, a unos loros que hablan “de verdad”, a algunos activistas, y sobre todo a las primatólogas que devienen mujeres científicas con sus monas a partir de la dećada del ‘60, Despret recupera historias de transformaciones mutuas que nos hacen y hacen a los animales más interesantes y más ricos, historias de intercambios de propiedades, de activación de competencias y movilización de voluntades, de cambios de hábitos y de prácticas.
En el marco de una cohabitación cada vez más difícil entre los seres vivos del planeta, y contra un conservacionismo tan falso como imposible, Despret apuesta a transformar a los animales y a que nos transformen, a una ampliación de nuestras colectividades, “para crear un buen mundo común: ese en el cual el lobo vivirá con el cordero, ese en el cual se hallará, entre las crías de los hombres, alguna que los lleve de la mano”.
Sin lugar a dudas, un estudio sobre los territorios no puede ser inocente. Los territorios están asociados a la propiedad privada y la constitución de los Estados, a la defensa y la agresión (masculina) en las fronteras, la regulación de la población y el control de los recursos (incluidas las hembras). Sin embargo, para la filósofa de la ciencia Vinciane Despret (1959), no se trata de convertir a las aves en modelos de moralidad o justicia para los humanos, ni de denunciar que la ciencia proyecta sus prejuicios ideológicos. Se trata de rastrear los intersticios que abrieron, en esos hábitos de pensamiento empobrecidos, los ornitólogos y las ornitólogas que supieron cultivar otros modos de atención, aliados y aliadas a la exuberancia, la riqueza, y la variabilidad que despliegan los pájaros, incluso entre grupos de la misma especie, incluso entre los individuos de los mismos grupos. Para abrir la imaginación a otras territorialidades y territorializaciones, para que emerjan territorios sonoros y concertados, que son materia de expresión y efecto artístico, que tienen fronteras para que “pasen cosas”, dispositivos de entusiasmo, activadores de potencias, que son modos de organizar las vecindades.
Dice Despret: “Hay, sin ninguna duda, gran cantidad de modos de ser del habitar, que multiplican los mundos. Estoy convencida, junto con Haraway y muchos otros, que multiplicar los mundos puede volver más habitable el nuestro. Crear mundos más habitables sería entonces buscar cómo honrar las maneras de habitar, inventariar lo que los territorios implican y crean como maneras de ser, como maneras de hacer. Esto es lo que pido a los investigadores”.