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Mi propósito es considerar la etapa creadora y original del pensamiento chino, vale decir, la época de su desarrollo intelectual autóctono (770-221 a C). Los tres pensadores que presento, Confucio, Chuang Tse, Mozi, forman un extraño triángulo, Confucio en el vértice y los otros dos contrapuestos entre sí. Son las tres vertientes, o si se quiere las corrientes principales de las cuales deriva el conjunto del pensamiento chino. Si bien tienen puntos de acuerdo, toman posiciones nítidamente diversas frente a los mismos problemas: el gobierno, el estudio, los ritos o etiqueta, la música y la poesía. Cada uno de los tres nos interpela hoy, desde un tiempo que parece remoto pero no lo es. Construyen un ojo facetado, tres enfoques y tres maneras de vivir.
Resulta refrescante que los chinos no plantearon su pensamiento sobre bases dogmáticas. Ni revelación ni metafísica ni teología. Acercarnos a China implica aquí pensar lo impensado: pensar desde tradiciones que no han hablado del “ser” y que parecen desconocer la figura de un “dios”. ¿Cómo funciona una reflexión sin los supuestos teóricos que para Occidente han resultado fundamentales? Leer a la China no es presentar lo exótico y lo ajeno sino volver sobre los elementos constructivos del pensamiento.
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Mi propósito es considerar la etapa creadora y original del pensamiento chino, vale decir, la época de su desarrollo intelectual autóctono (770-221 a C). Los tres pensadores que presento, Confucio, Chuang Tse, Mozi, forman un extraño triángulo, Confucio en el vértice y los otros dos contrapuestos entre sí. Son las tres vertientes, o si se quiere las corrientes principales de las cuales deriva el conjunto del pensamiento chino. Si bien tienen puntos de acuerdo, toman posiciones nítidamente diversas frente a los mismos problemas: el gobierno, el estudio, los ritos o etiqueta, la música y la poesía. Cada uno de los tres nos interpela hoy, desde un tiempo que parece remoto pero no lo es. Construyen un ojo facetado, tres enfoques y tres maneras de vivir.
Resulta refrescante que los chinos no plantearon su pensamiento sobre bases dogmáticas. Ni revelación ni metafísica ni teología. Acercarnos a China implica aquí pensar lo impensado: pensar desde tradiciones que no han hablado del “ser” y que parecen desconocer la figura de un “dios”. ¿Cómo funciona una reflexión sin los supuestos teóricos que para Occidente han resultado fundamentales? Leer a la China no es presentar lo exótico y lo ajeno sino volver sobre los elementos constructivos del pensamiento.