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Mientras que a comienzos del siglo XX la nostalgia era considerada una enfermedad que podía llevar a las personas a cometer crímenes violentos, hoy se convirtió en un producto de consumo. Es incluso una de las estrategias publicitarias más exitosas para vendernos mercancías que remiten a un pasado que, en teoría, anhelamos. Siguiendo los pasos de Mark Fisher y de Simon Reynolds, Grafton Tanner parte de uno de los diagnósticos centrales de nuestro tiempo: la crisis de la imaginación respecto del futuro y la consiguiente exaltación de todo tiempo pretérito, expresadas tanto en el plano político como en el cultural. Este libro aporta una serie de preguntas fundamentales: ¿qué sucede con la nostalgia cuando, gracias a la digitalización, somos capaces de reponer o de hacer presentes fragmentos completos de situaciones pasadas? ¿Acaso se puede añorar aquello que está de manera continua frente a nosotros?
Si la nostalgia es la emoción que se experimenta cuando algo ausente se hace momentáneamente presente, entonces la presencia constante del pasado en lo contemporáneo no se trataría tanto de “nostalgia”, sino de otra cosa. A este mecanismo Tanner lo llama “porsiemprismo”, un concepto del marketing reconvertido aquí en herramienta crítica. El hecho de que tengamos un acceso casi inagotable a contenidos retro a través de plataformas online, la expansión infinita de “universos” cinematográficos como los de Marvel o Star Wars, el archivo siempre disponible de “recuerdos” en la nube y las tecnologías de clonación de voz que prometen eternizar a artistas, forman parte del negocio de la porsiemprización.
“Porsiemprizar” algo no es solo preservarlo o restaurarlo, sino reanimarlo en el presente y asegurar su supervivencia. Es producir nostalgia de manera artificial para explotarla según los mandatos capitalistas de trabajo y producción ilimitada. Cuando nada termina nunca, los sentimientos asociados a los finales son silenciados: tanto la satisfacción y el alivio que se experimentan cuando terminamos algo, como también la pena que nos invade cuando lo que no queríamos que acabe llega a su fin. El porsiemprismo promete hacer desaparecer esos sentimiento, negar los finales, y con ellos también toda posibilidad de cambio.
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Mientras que a comienzos del siglo XX la nostalgia era considerada una enfermedad que podía llevar a las personas a cometer crímenes violentos, hoy se convirtió en un producto de consumo. Es incluso una de las estrategias publicitarias más exitosas para vendernos mercancías que remiten a un pasado que, en teoría, anhelamos. Siguiendo los pasos de Mark Fisher y de Simon Reynolds, Grafton Tanner parte de uno de los diagnósticos centrales de nuestro tiempo: la crisis de la imaginación respecto del futuro y la consiguiente exaltación de todo tiempo pretérito, expresadas tanto en el plano político como en el cultural. Este libro aporta una serie de preguntas fundamentales: ¿qué sucede con la nostalgia cuando, gracias a la digitalización, somos capaces de reponer o de hacer presentes fragmentos completos de situaciones pasadas? ¿Acaso se puede añorar aquello que está de manera continua frente a nosotros?
Si la nostalgia es la emoción que se experimenta cuando algo ausente se hace momentáneamente presente, entonces la presencia constante del pasado en lo contemporáneo no se trataría tanto de “nostalgia”, sino de otra cosa. A este mecanismo Tanner lo llama “porsiemprismo”, un concepto del marketing reconvertido aquí en herramienta crítica. El hecho de que tengamos un acceso casi inagotable a contenidos retro a través de plataformas online, la expansión infinita de “universos” cinematográficos como los de Marvel o Star Wars, el archivo siempre disponible de “recuerdos” en la nube y las tecnologías de clonación de voz que prometen eternizar a artistas, forman parte del negocio de la porsiemprización.
“Porsiemprizar” algo no es solo preservarlo o restaurarlo, sino reanimarlo en el presente y asegurar su supervivencia. Es producir nostalgia de manera artificial para explotarla según los mandatos capitalistas de trabajo y producción ilimitada. Cuando nada termina nunca, los sentimientos asociados a los finales son silenciados: tanto la satisfacción y el alivio que se experimentan cuando terminamos algo, como también la pena que nos invade cuando lo que no queríamos que acabe llega a su fin. El porsiemprismo promete hacer desaparecer esos sentimiento, negar los finales, y con ellos también toda posibilidad de cambio.