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“La música improvisada está abierta a todo el mundo. Lo sé por experiencia. No es un culto

misterioso, una lengua esotérica ni un protocolo secreto. No se necesita anillo decodificador. A

veces, tratando de proteger el honor de esta música, sus seguidores muestran una gran

devoción, como suelen hacer los amantes de todo tipo. La sustraen de los equívocos

provocados por los entrometidos, y la guardan para sí mismos. Pueden tener un aire sectario

los conciertos de música improvisada: los entendidos, un grupo ungido, se reúnen en círculo,

comparan sus notas acerca de los últimos lanzamientos, haciendo incansablemente listas de

los mejores y los peores, y dan a conocer sus opiniones en una jerga de obsesivos, con el

dialecto arrogante de los vendedores de cómics o de los aficionados a los deportes, que

gesticulan como señaleros de aeropuerto, festejan con sus puños en alto y chocan esos cinco

mientras lanzan estadísticas a diestra y siniestra. Lo hacen porque les gusta tanto esta música

que no pueden contener su entusiasmo. Si ustedes lo intentaran con empeño, ellos podrían

permitirles ser miembros de su club. ¿Pero quién querría serlo?” - John Corbett

Una guía para escuchar improvisación libre, Jean Corbett, Templo en el oído

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Precio final: $22.500,00

3 cuotas sin interés de $8.333,33

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“La música improvisada está abierta a todo el mundo. Lo sé por experiencia. No es un culto

misterioso, una lengua esotérica ni un protocolo secreto. No se necesita anillo decodificador. A

veces, tratando de proteger el honor de esta música, sus seguidores muestran una gran

devoción, como suelen hacer los amantes de todo tipo. La sustraen de los equívocos

provocados por los entrometidos, y la guardan para sí mismos. Pueden tener un aire sectario

los conciertos de música improvisada: los entendidos, un grupo ungido, se reúnen en círculo,

comparan sus notas acerca de los últimos lanzamientos, haciendo incansablemente listas de

los mejores y los peores, y dan a conocer sus opiniones en una jerga de obsesivos, con el

dialecto arrogante de los vendedores de cómics o de los aficionados a los deportes, que

gesticulan como señaleros de aeropuerto, festejan con sus puños en alto y chocan esos cinco

mientras lanzan estadísticas a diestra y siniestra. Lo hacen porque les gusta tanto esta música

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permitirles ser miembros de su club. ¿Pero quién querría serlo?” - John Corbett

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