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¿Qué nos pasa cuando decimos adiós? ¿Cómo nos enfrentamos a las despedidas? ¿Por qué nos cuestan tanto?

No es posible despedirse sin desear el bien. Decir adiós es encomendar a una fuerza divina (“a Dios te encomiendo” o, en inglés, goodbyeGod be with you); entonces, implica (o debería) un deseo amoroso de que el otro esté protegido allí donde se encuentre en ese futuro donde uno no va a estar. Despedirse no es el duelo, tampoco es separarse, aunque se relacione con estos procesos psíquicos. Y, de hecho, hay personas a las que les cuesta mucho y la despedida se les vuelve “un largo adiós” (como el título de la novela de Raymond Chandler).

En las páginas de Cada vez que decimos adiós. Duelos, separaciones y despedidas, Luciano Lutereau reflexiona sobre este acto fundamental del psiquismo y de los vínculos, y trata de dar una salida a todas estas cuestiones. Para no morirnos un poco con cada despedida, como cantaba Ella Fitzgerald, sino que podamos encontrar esa respuesta esperanzadora que nos regalaba Gustavo Cerati: “Poder decir adiós es crecer”.

Cada vez que decimos adios, Luciano Lutereau, Letras del Sur

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¿Qué nos pasa cuando decimos adiós? ¿Cómo nos enfrentamos a las despedidas? ¿Por qué nos cuestan tanto?

No es posible despedirse sin desear el bien. Decir adiós es encomendar a una fuerza divina (“a Dios te encomiendo” o, en inglés, goodbyeGod be with you); entonces, implica (o debería) un deseo amoroso de que el otro esté protegido allí donde se encuentre en ese futuro donde uno no va a estar. Despedirse no es el duelo, tampoco es separarse, aunque se relacione con estos procesos psíquicos. Y, de hecho, hay personas a las que les cuesta mucho y la despedida se les vuelve “un largo adiós” (como el título de la novela de Raymond Chandler).

En las páginas de Cada vez que decimos adiós. Duelos, separaciones y despedidas, Luciano Lutereau reflexiona sobre este acto fundamental del psiquismo y de los vínculos, y trata de dar una salida a todas estas cuestiones. Para no morirnos un poco con cada despedida, como cantaba Ella Fitzgerald, sino que podamos encontrar esa respuesta esperanzadora que nos regalaba Gustavo Cerati: “Poder decir adiós es crecer”.

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